miércoles, 21 de septiembre de 2011

equilibrio

Miraba tu lunar y pensaba en tocarlo con mi boca, con mis dedos. Lo pensé hasta que se me escapó el gesto de besar el aire.

El tiempo se rompe y parece que pasan horas mientras analizo las luces y sombras que tu piel dibuja bajo el sol.

Recortaba tu perfil contra los colores del bar donde te sentabas, llevandote a ese lugar donde lo único que existe, que ha existido siempre, sos vos. Y mis ganas de tocarte. Te reías mientras hablabas de tus planes para la semana, de como nunca te alcanza el tiempo. Tus ojos se iban a cualquier otro lado, lejos.

Yo pensaba en como sería más fácil si dedicaramos el tiempo a hablar de las cosas importantes. Cosas como mis ganas de dejar transcurrir los días escuchando tu voz, recorriendote con mis dedos, memorizándote en braile.

No me importa si cambiaste los horarios del trabajo, quiero que me hables de las cosas que te dan ganas de gritar, de bailar, de las que no te dejan dormir, de ideas, de taquicardias. De eso que dicen tus manos sobre mi espalda, sobre mis hombros, sobre mis manos.

Quiero mirarte sin tener que disimular que me encanta mirarte, sin pensar en qué te voy a preguntar cuando me veas mirándote. Mirarte y sonreirte como sólo sonrío cuando estas cerca (mis amigos saben que se trata de vos cuando me ven llegar con tu sonrisa). Con mi cara de tonta al descubierto, seguir mirándote, con ese único fin.

La proxima vez, quiero que nos riamos de mi cara de tonta, de tu manos. Y que cantes y decirte que cantás horrible pero que no me importa, que me cantes, hasta que me duerma o te pida que te calles.

La próxima vez que te vea planeo abrazarte hasta perder el equilibrio.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Demostración

Un par hablando. El común de las veces no encuentran fuerza para mirarse. Ocasionalmente, se miran. Incidentalmente, se ven. Algunos incidentes, se saben memorables.

El silencio cae, como un puñado de causalidad bruto, desordenado, violento bajo la luz trágica de su unicidad. Al principio no entiendo por qué. Me apuro por capturar cada partícula, las abrazo, tengo que mantenerlas todas juntas, las abrazo y las envuelvo, quiero que permanezcan en esa distancia exacta que les permite ser, que me sume en el silencio. Quiero prolongar ese segundo, necesito entenderlo antes del impacto, antes de que todo se empiece a distanciar, de que haya transcurrido.

Mi silencio te denuncia, busco detrás de tus pestañas que proyectan sombras infinitas mientras tus ojos sonríen ante la evidencia de que aflojé mis manos. Ya no puedo contener las fuerzas que impulsan a las fuerzas que inician el accidente. Esa perfectísima fisión que planeabas mientras yo te empezaba a contar sobre mi fin de semana, que mirabas desde antes de que te diera la instrucción de desatarla: permiso para quebrarme. Liberás el tono magnético de tu voz que se lleva mi voz, mis ojos, mi energía. Conocés perfectamente las implicancias de esa palabra. Uno tras otro, desdoblados. Demasiados fragmentos de realidad. Ya nunca va a bastar. Te dejo romper todo.

Y todo se multiplica en un recital voraz, inclemente, brutal. Sos el Conde Rojo que se arquea entre las cuerdas, sos las cuerdas, el intérprete. Sos energía vibrando en la sala, saturando el espacio, dirigiendo mi cuerpo. Soy el director cómplice de la genialidad del artista. Guío tus palabras, las espero, me divierto, me deleito cuando me traspasan, una milésima de segundo antes de desgarrar el espacio, de quebrarme. Una tras otra, dos, tres, tantas. Tantas veces. Junto los pedazos, me reduzco a monosílabos, líneas de colores, giros musicales. Tengo que seguir hablando, tengo la responsabilidad, el deber de permitir que lo rompas todo, que me calles, que me mires en silencio.

Tanta vehemencia, quieta. Ves en mi retina, encendida en el sonido de nuestras palabras, la imagen repetida de nosotros, el eco de nuestras conversaciones obligadas a reproducirse infinitas, involuntarias, caóticas veces. Nuestras conversaciones también, son fractales.

viernes, 30 de julio de 2010

martes, 1 de junio de 2010

Parte de uno

Mirar. Mirar bien. Tus ojos antes de cerrar la puerta. Las caras reflejadas en el cristal. Tu cara, que se trasluce desde adentro. Ojos iluminados por las luces del tránsito. Sonrisas que se besan en el espacio. Darse vuelta. Caminar. Caminar a velocidad normal. Caminar mirando adelante, sin perder de vista el relieve del suelo. No caer. Caminar. Llegar antes de que cambie el semáforo. No dudar, no detenerse. Parecer despreocupada. No temblar. No tragar. Que no se note. No mirar directamente a las luces. Avanzar sin variar el ritmo de la marcha. Mirar el teléfono. Mirarlo otra vez. Caminar. Contar las cuadras. Asegurarse de que estas lejos. Temblar-tragar-tropezar. Agarrarse las manos. Pensar en el frio. Pensar en tu piel. Pensar en la mujer con la que te vas a encontrar. Pensar en todas las veces que no vamos a encontrarnos. Caminar. Detenerse. Caminar. Cruzar el boulevard. Guardar un secreto. Anticiparse. Sentir las palabras correr desde los ojos. Despedirse. Dejar parte de uno en otro lado.

sábado, 6 de febrero de 2010

Respirar

Algunos rituales son peligrosos. Pensaba en eso mientras sostenía la taza y se dejaba envolver por el olor a bosque que saturaba el vapor de agua, que subía hasta su cara y cálido, le humedecía la boca.
Inspiró profundo y dejó la taza sobre la mesada gris. Cerró los ojos.
Sintió su abrazo, descansó en su calor. Sintió una pasión nacionalista por ese abrazo que le dificultaba la respiración. Había reconocido su esencia, incandescente. Su piel, su modo de respirar, de temblar, de sonreír, de mirarlo. Se acercó a su mandíbula, buscando su beso.
Notó como el ardor se desvanecía, un frío metálico atravesaba su garganta, exploraba su plasma. Sus brazos se aflojaron, rebalsaron de silencio. Se descubrió en oscuridad, estaba solo.
Había ido lejos, profundo en el mar de vapor, hasta sentir como cada una de sus células entraba en ebullición, latía desbocada, a punto de ahogarse en el té rojo. Salió a respirar.

sábado, 9 de enero de 2010

Vos

Azul, sobre mi cama. Ganas voraces de verte, sobre el verde, bajo la noche, sobre el azul.
Y apareciste por todas las calles, diciendo la tercer palabra más usada en la ciudad, en la boca de otro, en todas las sonrisas, en ninguna mirada. Sincrónico. En mi sueño, cuando lo conseguía, rompiendo con pautas oníricas de las que estaba orgullosa. En lugares donde antes no estabas, en chacras olvidados. Fonéticamente perfecto, acariciando mi paladar. Traslúcido, intersticial. Intenso.
Guardá esta imagen, pensé. Hice bien.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Schrödinger

Horas, días, centímetros. Teléfonos que fallan, salvando encuentros. Canciones distintas. Gente responsable, gente irresponsable. Iniciativa. Fe. Falta de fe. En otro lado, mi novio no es mi novio, es el amigo de. Y la salida con Dani, no terminó en taxis separados. Con ojos más oscuros, no me enamoré de vos esa noche. Y cuando dijiste que me querías, me sentí invadida, te miré con pena, me fui. Nadie preguntó si salíamos cuando nos conocieron. No conozco tu signo maya, pero sí tomé clases sobre los mayas galácticos. No estudio derecho, no escribo justo antes de los exámenes.
En otros universos, nos encontramos a tiempo: te fuiste, me fui, nos fuimos juntos. Sin importar cuantos suicidios cuánticos llevamos encima, hay un espacio donde seguimos existiendo. Después de pensarlo unas horas, unas… 48 horas, se me ocurre que es eso lo que dibuja la sonrisa en mi cara.